Me han quitado mi silla de playa.

He tenido mi silla de playa para mí solito, ha sido la más bonita y la más cómoda también. Nunca necesité colocarla en el mejor lado de la playa porque siempre ha estado allí y siempre la he ocupado yo. Es perfecta. Es mía, aunque no sé cómo es que llegó aquí. En ella puedo recostarme y despreocuparme de todo. Es mi lugar seguro e incluso el más divertido. En ella puedo ver el sol radiante y éste siempre me proporciona la mejor luz, porque mi silla está ahí. En ella también puedo mirar cómo la gente juega y pelea y es curioso, porque desde donde estoy sentado siempre parece que esa gente me está haciendo un show. Me divierten. Pero claro, también me ha pasado que me tapan el sol o me tiran un poco de arena, o simplemente están haciendo un espectáculo que me aburre, pero no importa tanto porque basta con que deje de tomar de mi bebida, me incline en la silla y les grite para que se muevan o se detengan. Suelen hacerme caso a la primera y aquella persona que me responde de mala gana es sólo porque desearía en el fondo estar sentado en mi silla. La mejor silla. Esta en que ningún problema angustia, en la que mando yo. Yo lo sé.

Pero me la han quitado y de a poco la han ido destruyendo, ¡la están arañando! ¡El sonido de la madera pulida y barnizada siendo rasgada es infernal! Me la están haciendo pedazos de a poco y duele cada segundo. Ya no brilla, ya no tiene esos colores tan bonitos, la han ensuciado y dañado. Y naturalmente me quejo, me enfurezco. ¡Es mía! ¡Y no sé en qué momento ha dejado de serlo! He gritando y he tirado golpes, ¡porque esa silla ha sido siempre mía! ¿Qué se han creído como para sacarme y hacer lo que quieran con mi silla? No entienden que siempre ha estado ahí para mí, que el pasado ha querido que solo yo la ocupe, para que tome sol, para que me relaje, para que escuche las olas del mar mientras mantengo los ojos cerrados, tranquilo.
Los odio a todos. A todos quienes destruyeron mi adorable silla. La desmantelaron e hicieron lo que se les antojó con sus partes. ¡Qué falta de respeto! Quizás las piezas ahora son más brillantes, porque las han pintado de nuevo y con otros materiales ¡Pero no son los adecuados para la madera y la tela! ¿Acaso no ven que yo sé cómo se restauran y mantienen esas partes? ¿Se les olvidó que la silla era mía? ¿Qué les pasa? ¡Déjenme mostrarles! Pero no, insisten en que saben lo que hacen, no quieren comprender que yo soy el encargado porque es mía y la hicieron en el pasado para que solo yo pudiese sentarme.

¡Esta gente está loca! ¡No saben lo que hacen! Mas me he quedado solo... Y los veo tan felices ahora, divirtiéndose con nuevas cosas que provenían de mi silla. Qué desconsuelo. No es justo. Yo solo estaba sentado tomando el sol... ¿Estaba molestando a alguien?

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